Ernutet, una extraña entidad.
für T&B.
La diosa Ernutet, era la diosa de la alimentación, la fertilidad y otras cosas, creo que los libros no reflejan la importancia que esa entidad tenía en mi tierra de ese entonces. La alimentación era un bien muy preciado, bueno, no es que en esta era sea diferente, es solo que algunos de los bienes más importantes, hoy se dan por sentado, como si nunca fuesen a terminarse.
Yo había pasado toda mi vida, disfrutando de las hermosas fiestas de mi Nomos, llenas de banquetes, y dado que en ese tiempo me dedicaba a la agricultura y a la crianza de animales de granja, me ponía en una posición muy ventajosa, si la comparo con el escenario tan distinto que vivían en muchos otros pueblos.
Los Sirios
Mi Nomos estaba en una región más central del imperio, relativamente cerca de las ciudades más grandes, y por ende, protegidas por las legiones, pero, mientras más lejos se estuviese al norte del mediterráneo, más peligro se corría con los sirios, con quienes permanecimos en constantes guerras por muchos años, de hecho, esta era la razón principal de la fortificación de las fuerzas de armada Ptolemaicas.
Constantes saqueos, pueblos masacrados y hambre era el diario sufrir de estas tristes almas. Aunque, hasta ese momento, conocía esos eventos solamente por historias contadas por los más ancianos, y a veces las oía de los forasteros, que expresaban sus narraciones, con tal sentimiento, que hacía que no pudieras conciliar el sueño casi la noche entera.
Por ventura, tal mal, nunca llegó a mi Nomos. Sin embargo, en ocasiones, considero que hubiese sido mejor aquello, que lo que en realidad nos ocurrió. Hubiese sido mejor caer juntos a manos de esos bastardos, que perder a mis amados por una maldita peste, que los hacía ver de lejos la muerte, pero señalándolos con su afilada guadaña, dándoles la certeza de que pronto caerían en sus fauces.
El hambre que se sufría en muchos lugares, le dio gran importancia a la diosa Ernutet, se le dedicaban muchos tipos de rituales, de estos, nunca uno de sangre o sacrificio humano, de igual manera, a su esposo, el dios Cocodrilo… en realidad era el río Nilo, el agua y las cosechas tienen, obviamente, una íntima relación práctica y mitológica.
Bajo pena de muerte
Por ser esta una diosa tan importante, era penado con muerte todo aquel que fuera encontrado blasfemando contra Ernutet o fuera acusado de hacerlo. Es por eso, que los dos personajes con los que compartía la cueva, a la que también le llamaban celda, tenían temor de ser delatados, por haberse atrevido a cometer semejante “sacrilegio” para conseguir algo qué comer.
Luego de los insultos, lanzaban tierra a la figura para cubrir la silueta, digo… la comida ya estaba en camino y no era buena idea, especialmente en su condición de presos. Si se les descubría realizando tal “pecado” contra la adorada diosa, estarían firmando su sentencia segura de muerte.
Yo no los delataría, había saciado mi hambre a sus expensas y guardaba un voto de silencio, jamás diría nada, simplemente recibiría mi alimento y cerraría la boca, he aprendido a discernir, cuándo mantener cerrada la boca, no he vivido tantísimo tiempo para no entender ese principio de vida y de sabiduría. Y aparte de eso, a los supuestos dioses y diosas, yo ya no tenía nada que agradecerles.
Descubiertos
Nunca supe como lo descubrieron, lo más probable es que algún guardia lograse escuchar los especiales insultos lanzados a la diosa pintada con mierda, o que algún otro conocedor del ritual lo dedujese, no éramos los únicos infelices en esas cuevas, pero sí los únicos que recibían alimento… eventualmente lo descubrirían ¿no?
Lo cierto es que no me interesaba lo que pudiese pasar, así que no me preocupó acordar una estrategia con estos individuos, ellos, hacían este rito cada vez que las tripas les pedían más comida, seguramente habría sido mucho más inteligente hacerlo muy de vez en cuando, solo como un método de supervivencia, pero la constante “solicitud” acabó por descubrir lo que se hacía en esa celda, y aunque yo no participé nunca del ritual, mi pecado fue ser parte de los que hicieron la fiesta.
Con miedo a nada
De inmediato fuimos sacados de la celda, con rumbo a un castigo peor de lo que yo ya había sufrido, aunque, más que un castigo, se trataba de una segura ejecución. Más que sentirme atemorizado, yo esperaba que esta vez sí pudieran matarme, pero a estas alturas estaba muy dudoso de que pudiesen encontrar una manera de hacerlo. Hasta ese momento, yo aún no me reconocía como un inmortal, solamente seguía pensando en mí como alguien muy fuerte al que le estaban pasando cosas raras, físicamente hablando.
Obviamente ya casi todo lo que conocía de mí había dejado de existir. Los días que pasé en la celda, le dieron tiempo a mi cuerpo de continuar con todos los cambios genéticos que le faltaba por construir. Yo Azza, tal como me conocía a mí mismo, estaba encaminado a convertirme en algo más, en otra cosa. Yo Azza, hijo de Azza el Ave, me encontraba muy bien encarrilado a dejar de ser un humano. Pero en ese momento, solamente me sentía muy diferente, pero, no podía tener siquiera una mínima idea de lo que en realidad estaba sucediendo.
Si bien temía por mi alma, era solamente en ciertos momentos de lucidez, solo en aquellos momentos en los que mi mente se agotaba de pensar tanto en mis amados y se daba unos segundos de respiro. No puedo recordar bien los pensamientos que tenía, a excepción de: ¿Qué es lo que está pasándome? ¿Estaré maldito por algún dios? ¿Me permitirán morir?
La ejecución de dos idiotas
Mis compañeros de celda, ese par de idiotas fueron muertos de inmediato, por tradición egipcia en aquella época, se les ató piedras en la cintura, fueron atados de pies y manos y lanzados en un pequeño estanque donde por supuesto se ahogaron, y para evitar contaminar el agua, se les saco unas horas después y fueron dejados en el desierto a merced de los animales de rapiña, quienes no tardaban mucho en acabar con tal manjar.
Por otra parte, yo, yo de nuevo con aquellos infelices soldados. Es curioso, no estaban realmente felices de verme de nuevo para poder practicar deportes de tortura, parecían ansiosos, pero olían a miedo, ¡sudaban miedo! –tiempo después, sabría el por qué-. Me dejaron atado en un madero mientras decidían la manera en que terminarían con mi vida, el Capitán no regresaba aún, pero la ejecución por tal blasfemia, debía hacerse sin más dilación. Esa era la ley egipcia.
Hermosas bestias
En aquel tiempo, era común ver animales salvajes muy hermosos como leopardos o leones, se comerciaba mucho con estas bestias. Algunos eran usados como mascotas de la realeza o como un adorno en los jardines de la casa de algún alto mando de la política de ese tiempo. Teesap, además de ser una especie de base militar, también era el puente para algunos tipos de comercio, digo, no habría sido muy inteligente tener un león atado con una débil soga en medio de un mercado.
Había una jaula bastante grande, con varios leopardos, -era la primera vez que miraba un animal tan majestuoso- esta jaula tenía una puerta de madera en la parte superior, se usaba para alimentar a los animales. Desde el madero en el que me habían atado, podía ver perfectamente a estas hermosas bestias y también pude escuchar la orden de no darles más comida, los necesitaban hambrientos para culminar el plan que conmigo tenían.
Supongo que podía haber escapado, eran solamente unas sogas y mi fuerza era mucho mayor que antes, podía sentirlo, cada músculo en mi cuerpo gritaba lo poderoso que se sentía, pero, yo no tenía ninguna intención de huir, de hecho, pensé en que sería un honor que mi cuerpo sirviera para alimentar a tan bellos animales.
Tres Días Más
Vi tres amaneceres atado a ese madero, recibía una pedrada de vez en cuando, y una que otra bofetada de algún maldito que seguramente se sentía aburrido y sin la capacidad de enfrentarme sin mis ataduras, pues, debo decir, que los que más trataban de molestarme, eran los que más olían a miedo. No puedo culparlos, ¿Quién sabe que pensaban de mí? Algunos se referían a mí con un equivalente de la palabra demonio, y otros usaban la palabra ángel, o algo parecido… había muchos griegos entre ellos.
Esperaron tres días, y no creo que haya sido por ser el tres un número especial o representativo, en realidad, fue el tiempo suficiente para que aquellas majestuosas bestias ya se notaran muy inquietas y agresivas por el hambre, ¡esa jaula era una constante riña! Cuando me desataron y me condujeron a lo que ya supones que pasaría, yo pensaba… ¡debieron esperar más! Solamente quería estar seguro que no quedara nada de mi cuerpo.
Se disputarían entre sí, cada una de mis partes. Pero por alguna razón que desconozco, me emocionaba ser parte activa de tal espectáculo, no sé si era pura adrenalina, o simplemente sospechaba que las cosas no iban a suceder como todo mundo esperaba, no lo sé.
Próximo a mi Dominio
La jaula tendría unos cuatro codos de altura, y a un costado de ella, una escalera muy rústica de madera, se usaba para subir la comida de estos animales. Fui subido por ella, yo no opuse resistencia, pudieron pensar que, razonablemente, era porque estaba atado de pies, y me fue muy difícil subir por ella, pues me apoyaba en mis codos y rodillas, hasta llegar a la parte superior de la jaula.
Arriba, ya se encontraba uno de los soldados, este era egipcio, me vio y sintió lástima por mí, no me tenía miedo, realmente se sentía avergonzado por lo que estaban a punto de hacer. Claramente, él no estaba de acuerdo. La puerta ya se encontraba abierta, medía un codo por un codo aproximadamente, era pequeña, pero pasaría sin problemas.
Desde arriba, observé a los cuatro leopardos machos y una hembra, mismos que había observado desde el madero. Tenían muchos olores que no conocía, hablo de olores muy distantes de su característico aroma animal, había desesperación en ellos, ¡había furia! A pesar de todo, parecían calmarse cuando se abrió la puerta, seguramente porque sabían que cuando esa puerta se abriera, literalmente les llovería comida, carne humana fresca y aún caliente, en este caso.
Mi Supremacía animal
¡Sin más! Fui lanzado a la jaula…
Caí de espaldas sobre uno de los machos, ¡ambos reaccionamos instintivamente alejándonos el uno del otro! Y por el mismo instinto, de inmediato, sin pensarlo, aun con todo lo que deseaba mi muerte, rompí las ataduras de mis manos sin esfuerzo, me senté en el suelo para desatar mis pies mientras pensaba ¿Por qué no me han atacado? Todo pasó en unos pocos segundos, todo fue muy rápido, seguramente he olvidado muchos detalles, seguramente no noté mucho de lo que sucedió.
Levanté mi vista, y los cuatro machos se encontraban rodeando a la hembra, el olor del miedo en ellos era tan fuerte que me confundía un poco. Por estar concentrado en el suceso, las voces de los soldados eran confusas, pero entre todo el griterío los escuchaba llamar a sus compañeros ¡venid a ver esto! –decían- Estaban tan confundidos como yo, esos hermosos animales, temían de mí.
No sé exactamente lo que pensé, es probable que solamente fuese una sensación acogedora, ciertamente hubo una fuerte energía recorriéndome, una sensación que eriza la piel, sobrecogedora y cálida, mas no reconfortante… yo ya no era un humano, y esos leopardos lo sabían, yo no era una presa para ellos, yo me había convertido entonces, en una bestia superior a ellos. No sé qué clase de instinto los llevó a reconocer mi supremacía, pero fue así.
Aún lo intenté
Por un momento, rompí mi voto de silencio, estaba seguro que sería lo último que diría, yo gritaba, con todas mis fuerzas… ¡coman mi carne! ¡sacien su hambre! Intentaba tentarlos, quería morir. Los animales se mantuvieron protegiendo a la hembra, estaban tan juntos que subían sus patas uno sobre otro en su intento de alejarse lo más posible de mí, se veían acorralados, olían a miedo y lejos de atacarme, querían huir.
Recuerdo bien que me acercaba a ellos y les golpeaba la cabeza con mi mano abierta, tiraba sus colas, ¡me lanzaba sobre ellos! Intentaba enfurecerlos, pero, nada funcionó, ellos solamente tenían miedo, y yo, decepcionado por el fracaso, me entregué al suelo sin entender nada, me sobrecogió nuevamente el dolor y ahí, encerrado con esas criaturas lloré, lloré como un niño por tal maldición.
Aceptación
No pasaré toda la vida llorando en esta jaula –pensé- miles de pensamientos y sensaciones nuevas me invadían, es como si ese evento, esa descarga de adrenalina e instinto, hubiese terminado el trabajo de acabar con cualquier cosa que todavía me diera la sensación de ser un humano, en pocos minutos, yo me sentía más cómodo con esos depredadores que con los soldados aquellos que tanto me odiaban.
Poco a poco, los animales se calmaron, se echaron en tierra al igual que yo. Mantenían su distancia, aun su profunda necesidad de comer desapareció, y su miedo era menor, su olor ya no era invasivo, supongo que entendieron que no quería hacerles daño. En ese momento, decidí terminar con todo aquel deseo de morir, justo ahí, dentro de esa jaula. Un momento que marcaría mi inmortalidad hasta el día de hoy.
Me puse de pie, caminé hacia ellos y comencé a acariciarlos, yo no tenía miedo, y si algo me dio altísima satisfacción, fue cuando reconocí de ellos al macho alfa, y tomando su cabeza la tope contra la mía, se unieron a mí y yo a ellos, su instinto les decía que yo no era un humano, que yo no era una presa, mientras su instinto les decía que yo era una bestia muy superior a ellos, y que en esa jaula había solamente un nuevo Alfa, uno nuevo. Azza, el “humano” que yo conocía, había muerto, y en su lugar, una bestia, un nuevo animal, ¡otra especie! Algo que me tomaría años comprender, nació.
Acepté entonces, que había dejado de ser un humano, ya no era más uno de tantos ¿inexplicable? ¡por supuesto! Pero ciertamente, en medio de todo, hubo algo de emoción al recibir en mi alma, la paz que solo se obtiene al dejar de luchar, al aceptar y recibir que ya nada, nunca más, jamás algo volvería a ser igual. Me perdía en la mirada de los leopardos, me sentía como ellos, pero superior, más poderoso. El aire me sabía diferente, más liviano, más lleno de paz.
Los soldados no daban crédito a lo que veían, realmente, no puse atención a sus voces. Tantas emociones y la falta de comida me agotaron mucho, poco a poco fui quedándome dormido en la jaula, junto a mis nuevos compañeros de celda, un tanto menos irritantes que los anteriores. Por la noche, el desierto puede ser muy frio, me acosté en medio de ellos… al decir verdad, dormí con ellos un par de días, no recuerdo una cama tan cómoda, como los cuerpos de mis nuevos compañeros de celda.
Sé ahora que ellos me percibieron como un animal superior, pasaban tiempo olfateándome, trataban de entender qué es lo que era yo, pero, ciertamente, en algún momento, ellos supieron que lejos de hacerles daño, yo era su amigo y que, además, podían confiar en mí.
Yo había vuelto a nacer.