Para ti mi Tuseth
Dado que éramos pocas familias en el nomos, era muy común que las mujeres y hombres se casaran con parejas de algún nomos cercano que no fuese el nuestro, siempre y cuando fuesen egipcios y adoraran a los mismos dioses. Era muy común también las grandes diferencias de edades y podrá parecerte horrendo ahora, pero una niña de diez años ya era apta para casarse en muchos casos, principalmente si el varón tenía una posición social con privilegios.
Era también muy común los matrimonios arreglados, todos saben de eso, lo habrás leído alguna vez o visto en alguna parte, pero allá y entonces era más común que un matrimonio por amor puramente. Si una familia quería formar alianzas con otra para aumentar sus recursos o por alguna situación territorial y en temas de estrategia, un matrimonio era la mejor manera de sellar un pacto. Esta situación no era tan drástica en mi amada tierra como lo fue en tierras musulmanas y cristianas años después, en Egipto las mujeres tenían vos y eran escuchadas, pero también se sometían al deber y los deseos del patriarca.
Lo que intento decir con lo anterior es que, una mujer o un varón podía negarse a un matrimonio arreglado, eso traería muchos problemas, más aún si ya existía un pacto; en fin, era una situación muy delicada, en general diría que normalmente todos aceptaban su destino nupcial, así fuese a regañadientes era mejor que negarse.
En cuanto a la cantidad de esposas, dependía por mucho del poder y estatus social del varón, quien, por ley, debía mantener a la o las esposas en las mejores condiciones y créanme, en las ciudades grandes era una ley muy vigilada…es curioso que tantos años atrás y lejos de lo que muchos crean, la felicidad y el buen trato de las parejas era un asunto de alto orden, por mucho, más importante que en este tiempo.
No podría decir que éramos polígamos o monógamos, puedo decir que la balanza se inclinaba un poco a la monogamia y sí, ciertamente se observaba el amor de una forma romántica haciendo caso a los instintos naturales y los sentimientos que normalmente crecen en una pareja. Hacíamos mucha poesía al amor, a nuestro amor, dejábamos mensajes escritos en la arena o en las paredes a esas damas que nos robaban el aliento…¡igual que hoy! (claro que es sarcasmo). Explico esto porque estoy seguro que muchas personas creen que en aquellos días todo consistió en una imposición, más no lo fue en Egipto y mi nomos no era la excepción, vivíamos bajo las leyes egipcias.
Simplemente en Egipto, la familia sí era la base de toda la sociedad y se velaba por los núcleos con verdadero interés, las familias polígamas eran sin duda un poco más susceptibles a tener problemas, ya sebes, herencias, privilegios, preferencias. Un varón con tres esposas tendría un verdadero conflicto en el momento de heredar, el primogénito era siempre el más beneficiado, o en su mayoría al menos (no faltaba el primogénito que era deshonra a su familia), pero la esposa con el segundo o tercer hijo, querría sin dudas los mismos privilegios que el primogénito de la primera esposa y eso llevo a muchos asesinatos y conspiraciones contra muchos patriarcas, historias dignas de su propia historia escrita.
No existían tales cosas como el machismo o el feminismo, es verdad que la cabeza de los pueblos pequeños casi siempre eran varones –nótese, casi siempre- las damas de mi época eran adoradas, cuidadas y alabadas como un tesoro digno de amor, dignas de todo el respeto de cualquier varón. Puede verse incluso en el poder, ¡yo crecí bajo el reinado de una dama! Y en favor del reinado femenino, debo decir que era la testosterona la que ponía a nuestros pueblos en problemas. Yo diría que las damas mantenían el balance y los varones peleaban por más riqueza, poder y territorio que después era disfrutado por ellas. Jamás escuché a una mujer quejarse por la abundancia. ¿Se entiende? Hembras y varones, nos complementábamos muy bien.
De los matrimonios arreglados, yo no fui la excepción, mi primera esposa fue fruto de un arreglo entre mi padre y su hermano. El interés de unir ambas familias nacía de varios factores. Como ya lo saben, yo fui hijo único –eso avergonzaba a mi padre de hecho- y el hermano de mi padre a quien no llamo tío porque esa relación familiar ya era distante en mi tiempo (no teníamos una palabra para esa relación consanguínea). Solo existía únicamente el núcleo familiar y aún dentro de él era permitido el matrimonio, pero en términos actuales, mi tío, tuvo solamente hijas y he olvidado cuantas, es irrelevante, solamente recuerdo una, la única, mi amor, mi Tuseth… Tuseth sigues en mí corazón.
El interés de unir ambas familias obedecía primeramente a la conservación de la sangre, yo como único varón soltero de ambas familias era el único que podía seguir la línea de sangre de mis ancestros. La esposa de mi tío ya no tenía edad para intentar más tener un varón, por lo que con hijas solamente, su legado de sangre debía seguir con un miembro cercano a su linaje y en este caso, ese era yo.
Por supuesto, ambos querían expandir sus tierras y como en todo buen negocio, ambos tenían algo que el otro quería. Nosotros teníamos mucha habilidad para criar cabras, ovejas y gansos, por otro lado el hermano de mi padre tenía vacas, toros y bueyes; éstos eran animales sagrados y bastante costosos, bueno, no había mucha hierba así que realmente era difícil su crianza. Necesitábamos más bueyes para labrar la tierra y poder producir más comida y la unión de la fuerza y favores de ambos nomos.
Recuerdo a mi padre hablar conmigo una mañana de la estación húmeda e informarme tajantemente que me casaría con una de las hijas de su hermano, debía elegir entre las tres mayores, para entonces, yo tenía 17 años de edad, en otras palabras, ya me había tardado mucho, más por falta de opciones que por el deseo de casarme, debo decir. La noticia le dio alegría a mi corazón, conocía a algunas de estas damas y las recordaba hermosas a todas por lo que las ansias destruyeron mi paciencia. Dentro de tres días se celebraría una fiesta de compromiso en el nomos, así que preparamos todo para la fiesta y la llegada de la familia del hermano de mi padre.
¡Oh sí! Deseo mucho hablarte sobre mi encuentro con mi amada Tuseth. No pasó mucho tiempo durante la fiesta cuando se anunció la presentación, tres hermosas damas frente a mi esperando a ser elegidas (o esperando no serlo) las tres eran muy bellas, estaban vestidas de igual manera, con un vestido blanco largo y ceñido, de una pieza, sujeto con dos tirantes, que cubrían sus senos, hermosamente peinadas, maquilladas y adornadas como era costumbre. Recuerdo haber observado a las tres damas detenidamente, sentía mi mirada salvaje como acechándolas, buscando mi presa, buscando mi amor, mi esposa.
Las tres damas tenían su mirada hacia el suelo, supongo que se sentían incómodas o intimidadas, era normal, pero de pronto, algo que jamás olvidaré pasó, una de ellas, a mi derecha, la menor de las tres, levantó su mirada y me vio directamente con sus hermosos ojos color miel, alzó su rostro en un indescriptible momento en que ambos, ella y yo, nos mostramos confundidos por un mismo sentir. Ambos tuvimos el mismo salto en el corazón.
Puedo jurar por mi sangre que la amé, amé sus ojos, su rostro, la amé por completo con una sola de sus miradas tal como ella me amó a mí desde ese momento. La amé desde el mismo instante en que me vio a los ojos, la amé todo el tiempo que estuvo conmigo y ¿Cómo podría no llamarlo amor ahora? Ahora que cada vez que la recuerdo dos mil doscientos años después, mi corazón salta como la primera vez que nuestras miradas se cruzaron. La amé desde entonces y la amaré hasta que mi corazón se detenga en algún lejano futuro y juro que después de mi muerte, en la otra vida, en el paraíso, gritaré su nombre. ¡Gritaré tu nombre mi amada Tuseth! Lo gritaré tan fuerte como lo hago ahora en las montañas, juro que lo haré, lo juro, porque aún te amo. VN