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El tiempo vuelve buenos todos los recuerdos

“El tiempo vuelve buenos todos los recuerdos” dijo alguien que seguramente sabía lo que decía, y es que, al vivir mi infancia hace tantos centenios, sufrí eventos catastróficos, dolorosos sucesos que marcarían toda mi larga existencia. Como ya dije antes, recuerdo con mucha claridad mi infancia, tengo presentes en mi memoria los primeros recuerdos de mi vida. Recuerdo con claridad el aroma del paisaje, esa bella planicie que parecía nacer como un río desde las faldas de esa pequeña montaña, lugar donde las tiendas de nuestro nomos se asentaban. Me es difícil ubicar en un mapa el lugar exacto donde nací, pero, recuerdo que ocho días de camino aproximadamente, hacia Alejandría, al sur de la costa del mediterráneo, me ubica en la parte baja de la franja de Gaza, al oeste de lo que ahora se conoce como Israel, pero, es solamente una deducción muy factual, pero una deducción.

alRafah, el nombre de mi tierra, agricultores y pastores, era la actividad del pequeño asentamiento. Las familias que habitamos esa tierra, descendientes de nuestro amado patriarca Al-Khader. Mi familia tenía ovejas, cabras y recuerdo que criábamos aves de corral, muy parecidas a las gallinas actuales –es impresionante que hayan cambiado tanto- eran nuestro producto de intercambio, aunque, ahora que lo pienso, vivíamos muy bien con lo que criábamos y cultivábamos, las monedas que necesitábamos con muy poco afán, eran usadas por mi padre para comprar maderas, telas alfombras, especias y telas con las que las mujeres de mi tierra confeccionaban vestimentas y hacían reparaciones en las tiendas que eventualmente sufrían algún desgarre.

Mi idioma natal fue el egipcio, en realidad a pesar de no poder ubicar precisamente mi lugar de nacimiento, basado en mis recuerdos, la historia, la distancia con Alejandría…Yo, soy egipcio, y luego de lo anterior mi presentación formal, con los datos de mi nacimiento obviamente, los datos que puedan ser rastreados en algún punto de la historia, permanecerán en secreto, porque como ya lo he dicho, no quiero ser una rata de laboratorio.

Mi nombre es Azza, hijo de Azza el Ave, nací en tierras egipcias próximo a las costas del Mediterráneo, cerca de 180 años, antes del año de mi Señor, tengo 2200 años de edad aproximadamente y soy inmortal. He ocupado muchos nombres, he usurpado muchas identidades desde entonces y seguiré haciéndolo aún, cuando todos mis lectores hayan muerto. Esta es mi historia, mis memorias, mis anécdotas, mis crónicas. Mi manejo de la lengua española es rico, he amado esta lengua por muchos años, considero que es una de las más amplias y descriptivas, me es mucho más sencillo hacerme entender de manera sencilla, digo, no quiero usar palabras rebuscadas o muy antiguas, escribo todo esto dejando por un lado la elegante elocuencia, haciendo uso de la deliciosa sencillez de este maravilloso idioma y también lo hago sin prisa.

De mi infancia…recuerdo con claridad a mi familia, mi padre, mi madre y yo el único hijo. Dicen que fui un parto normal –en aquella época, era muy común hablar de los días en que se era solo un feto, aunque nací a los ocho meses de gestación. Además, supe que mi madre padeció mucho en sueños durante esos ocho meses. Se despertaba a altas horas de la noche semidormida y hablaba sola, de lo cual ni una sola palabra era comprensible. Mi padre tenía una esposa solamente, no tenía aún el poder ni la sabiduría para tener más y mi madre no podía tener más hijos. Teníamos cierto tipo de comercio con otras personas, aunque vivíamos muy aislados como la mayoría de familias, de hecho, era la manera usual de vivir en sociedad. Lo que cosechábamos eso comíamos. Cosechábamos frutas de unas ocho clases, y principalmente trigo.

Claude Lorrain - Landscape with the Rest on the Flight into Egypt
Wikimedia Commons, Claude Lorrain – Landscape with the Rest on the Flight into Egypt

Los días pasaban lentamente –claro, yo no lo sabía, digo esto tomando como referencia esta era-, disfrutaba la vida como cualquier niño saludable rodeado de tanta belleza. Disfrutaba mucho las tardes, cerca de ponerse el sol, momento en el que los ancianos del nomos, se sentaban en círculo a discutir temas religiosos y asuntos propios de las tierras. Con la vida acelerada que la mayoría de personas viven hoy día, les será difícil comprender lo maravilloso que era detener el tiempo en la tez arrugada y cansada de esos sabios ancianos, escuchar sus voces que eran como antiguos cantos que adormecían mi mente, la dulce compañía de aquellos que, en realidad con una mirada, podían decirte lo protegido que eras, un varón, un futuro hombre…era mi deseo ser como ellos algún día, tan lleno de historias, tan lleno de sabiduría, ¡la vejez era un honor! Las manos llenas de cosechas, de cultivos fructíferos, las vestimentas propias de los ancianos, era mi deseo ser como ellos ¿y lo fui cierto? Sin la vejez física por desgracia. Y ahí, sentados en círculo, compartiendo el pan de trigo horneado por las mujeres, comiendo de las manos de aquellas virtuosas joyas que adornaban como flores de primavera, en toda época, la planicie en la que nací.

¡Las delicias que comíamos! En las noches de fiesta principalmente, no sé si aún siga usándose este método, pero en este tiempo, mi tiempo, teníamos pozos para cocinar, que no era más que un mediano agujero en la tierra, donde se ponían brazas al fondo, luego una capa de pasto verde y sobre este pasto, un becerro con algunos frutos, una capa más de pasto y un tanto de agua…unas horas después, el sabor más delicioso, sabor con el que sueño hasta el día de hoy. ¡Oh sí! ¡Y qué decir de esas noches de fiesta! Esas noches bailando bajo el manto de la más hermosa luna del desierto…esto será, otra historia.

One Comment

  1. José Fernando José Fernando

    Un tiempo en que la comida y las personas aún no sufrían un desgrado genético, me parece fascinante el tan siquiera considerar como sería la vida de un antiguo en tiempos actuales, el choque cultural y la evolución de las sociedades, gracias muy buena relato, me quedo a la espera del No. 3.

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