Recuerdo la luna mucho más grande de lo que es ahora, quizá sea un recuerdo idealizado o la atmósfera tan pura de mi tiempo, pero, la luna no era una simple roca para nosotros…¡era un dios! Observándonos vigilante, la luna era un ser vivo, poderoso, un dios cercano que nos observaba desde las alturas, nos protegía de las pestes y las malas cosechas, radiando esa hermosa luz llena de poder como una hermosa cascada plateada que fluía desde el grande e incomprensible cielo. Esa luna que era adornada con estrellas, como pequeñas hijas, hijas de la luna, llena de calor, con cálido tacto y que por supuesto, invitaba a celebrar cuando estaba llena, en todo su esplendor. La más hermosa joya nocturna en el cielo del desierto, era testigo de la fiesta, de la celebración en su honor.
Un fuego al centro elevando sus llamas al cielo, señalando al dios Jah, comida, mucha comida…carnes de todo tipo, frutas, el olor de los inciensos, el aroma de las hierbas que al fuego parecían capaces de llenar con un dulce olor todo el mundo. Los ancianos, ellos cantaban con sus suaves pero fuertes voces los antiguos cantos de los ancestros y yo ya tenía más de ocho años de edad, por lo que se me era permitido asistir a las fiestas de celebración con la luna llena. Y ahí, sentado en la tierra, mi imaginación y todos mis sentidos se perdían al calor del fuego, ¡la bella música! Recuerdo bien que había un arpa, una flauta y dos sistros, era suficiente para hacer música, música hermosa, perfecta. Mis ojos se perdían viendo danzar a las mujeres, ellas, tan hermosas, tan perfectas, con sus vestidos blancos de tirantes, sus senos expuestos a la luz del fuego y la luna. El pasar del tiempo me diría ciertamente que jamás volvería a ver mujeres tan hermosas, címbalos en sus manos y de las más jóvenes, pensaba yo: ¿cuál será mi esposa?, bueno…¡ya tenía ocho años!
Mi madre no perdía la oportunidad para complacerme con mi deleite culinario favorito, es bastante sencillo y lo como cada tanto aún hoy en día, les invito a probar esta tan antigua receta: son dátiles secos, puestos en un comal al fuego, se mueven lentamente por un rato hasta estar lo suficientemente secos y tostados para poder molerlos, casi como granos de sal, estos granos de dátiles se revuelven con un poco de miel y disfruten del sabor más delicioso que probé en mi infancia.
Comida, danza, música, todo era fabuloso, vuelvo a esos recuerdos cada vez que algún aroma o algún sabor los reaniman en mi mente y soy muy afortunado cuando puedo revivirlo en mis sueños…ciertamente, parte de mis mejores memorias, recordarlo tantos cientos de años después, esa es la evidencia. ¡Oh sí! Las pocas veces que pude hablar y describir estas noches, lo hice seguramente con una gran expresión de alegría en mi rostro… ¿alegría en mi rostro? Muy pocas situaciones lo consiguen.
Mi cultura estaba llena de celebraciones, la mayoría se celebraban de una manera muy similar y éramos mucho, muy supersticiosos al respecto. Las celebraciones tenían usualmente un sentido religioso o se trataba de alguna celebración asociada a los faraones y reyes de la época y debían realizarse, así que vivíamos llenos de fiestas…bueno, no existían los cines ni discotecas y a pesar de tantas fiestas, me sigue pareciendo que era una forma muy saludable para vivir, mentalmente hablando. Era nuestra manera de convivir, era una forma más para descansar y ¡vaya que eran días atareados! No había espacio para la pereza ni el ocio, recuerden que vivíamos de lo que cosechábamos, vivíamos del fruto de nuestras manos y algunas familias eran muy numerosas, por lo que seguramente, desde la niñez, todos trabajamos la tierra o hacíamos reparaciones, transportábamos agua de los pozos y por supuesto, el cuidado de los animales.
Bebíamos mucho vino aún desde pequeños, era muy importante hacerlo, teníamos un dios para el vino también. Recuerdo todas las propiedades curativas del vino, el cual era considerado una de las más grandes bendiciones provistas por los dioses (seguramente muchos estarán de acuerdo aún hoy). Al igual que hoy, teníamos muchas enfermedades, muy temidas y el vino era el elixir por excelencia, seguido del aceite de oliva. Normalmente, el vino lo bebíamos mezclado con tres partes de agua y tanto tiempo después, sigo haciéndolo, ¡es más! Los invito a probar esta deliciosa receta…Vino, agua y miel, créanme, es delicioso y mucho menos nocivo para los cuerpos mortales que esas bebidas tan populares de hoy en día. Más adelante por mi paso en la edad media, hace unos 15 siglos, encontraría en otras culturas muy distantes, una variación de esta bebida, era conocida como aguamiel, su proceso de fermentación era diferente pero sí que se parecían mucho, obviamente bebía mucho aguamiel en ese entonces.
En este punto y habiendo escrito la palabra “salud” en el anterior párrafo, considero importante describir físicamente a mi gente. Podría decir que una persona de 1.70 mts era una persona alta, la estatura promedio estaría bajo ese número. Había muchas personas de color oscuro, pieles muy oscuras, muy pocas personas de tez blanca y la mayoría de piel morena, algunos más oscuros o claros que otros. No recuerdo a muchas personas con cabello lacio, en su mayoría, el cabello era crespo o rizado y casi todos de color negro. Hombres con largas barbas y mucho bello corporal…en ojos si recuerdo muchas variaciones de color, cafés, negros, miel y alguno con ojos claros en tonos amarillos. El asunto del cabello tenía ciertas reglas según el estrato social, las personas poderosas y ricas mantenían sus cabezas totalmente rapadas, aunque, no era exclusivo de ese nivel social, también se hacía entre los pobres para evitar la propagación de piojos y garrapatas que eran muy comunes. Considero importante extenderme un poco más con estos detalles, dado que, una de mis teorías más importantes sobre el origen de mi inmortalidad nace de estos importantes puntos, pero esa será otra historia.