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Nuevas Experiencias

El Circo

No estoy seguro de cuantos días estuve encerrado dentro de aquella inolvidable jaula, donde fui la atracción principal de un circo que no tenía nada de divertido, al menos no para mí. Los soldados, por otra parte, no podían comprender cómo tales bestias, esas hermosas criaturas, me rendían todo su respeto. Pese a sus tareas, encontraban el tiempo para pasar por ahí y ver tal cosa.  Esa alucinante situación, y por supuesto, sigo recordando la desconcertante mirada en los rostros de aquellos bastardos.

Recuerdo que yo me comportaba como los leopardos, caminaba en cuatro patas, jugaba con ellos de una manera muy natural. Era extraño, me sentía muy cómodo, y aunque no podíamos comunicarnos con palabras, estoy seguro que mi manada y yo, nos entendíamos a la perfección. Una mordida, un roce, o un rasguño de vez en cuando, no afectó mi amistad con aquellos, más bien la fortaleció en niveles que van más allá de la mente.  ¿Cómo explicar que me sentía en familia?

El hijo de un dios

Los soldados, aquellos que tenían el tiempo de pasar a ver el espectáculo, apestaban a miedo, y los susurros entre ellos, cada vez eran más, pues algunos  murmuraban diciendo: ¿No será éste un hijo de dioses?  ¡De ser así, lo pagaremos muy caro, pues le hemos tratado mal!  Por supuesto, me aproveché de esa situación para pedir que alimentasen a mi manada.  Esto, por supuesto, sucedía con los soldados griegos, pero los egipcios, simplemente evitaban tener que ver algo muy directo con la situación.  Viéndolo así, probablemente no les importaría saber lo que los griegos pensaban sobre mi “divinidad”.

¡Claro que no soy un semi dios!, y si debo adivinar el origen de mis extrañezas, sería algo muy contrario a lo comentado entre los soldados griegos. No lo sé ahora, y aún menos lo sabría entonces. En aquel nuevo nacer, en mi nuevo despertar, con mis nuevos sentidos y agudeza mental, la única posible causa, era una maldición… ¿Qué otra explicación pudiese haber deducido en aquel tiempo y en esas nuevas circunstancias? ¡Y a todo es de sumarle mi gran duelo!

El Sabor de dios

La comida para los animales comenzó eventualmente a caer por la pequeña puerta sobre la jaula, carnes podridas, uno que otro animal de granja que había muerto, y los cadáveres humanos tampoco faltaron. Debes saber que, hasta ese momento, yo jamás había probado la carne humana, y no me atrevía a hacerlo.

Se decía en aquel entonces, que comer carne humana, era probar el sabor de un dios, sea cual fuese al que se refirieran. Jamás presté atención a ese detalle, simplemente, sabía que no estaría bien hacerlo, y aunque el hambre superaba el asco que pudiese haber sentido, no era capaz ni siquiera de intentarlo.

-Si has leído mis anteriores relatos, sabrás que comer carne de humanos culpables, se hizo en algún momento, una costumbre, un delicioso manjar, la delicia de saborear la carne de los malditos de esta tierra, y esa costumbre, me persigue hasta el día de hoy-

Un nuevo deleite a mi paladar

Escuchaba a los soldados comentar el asombroso hecho de que los leopardos me dejasen comer primero, comentaban… ¿Cómo puede ser posible?, digo, el estar vivo y conviviendo con ellos ya era algo para contar, pero, yo, Azza, habiendo nacido de nuevo, me encontraba con nuevos amigos. Yo Azza, era el Alfa en esa jaula, por lo que los animales me permitían escoger mi ración antes que ellos.

Nunca había probado carnes crudas, mucho menos podridas, y aún menos, carne humana, hasta ese entonces, mi alimentación había sido bastante normal, yo era un agricultor y criaba animales de granja, viví rodeado de banquetes, y de los mejores platillos que existieron ¡Cuánto extraño esos deleites!

El primer bocado

Recuerdo el primer bocado, no reparé siquiera en identificar de qué animal se trataba, eran solamente pedazos desollados de carne y entrañas. Recuerdo observar esa carne y detenerme a pensar por un momento si sería capaz de hacerlo, ¡pero por supuesto que sí! El hambre era mayor que el asco que pudiese haberme producido tal carne, que resultó ser una delicia para mi paladar.

No recuerdo muchos detalles sobre esto, he pasado varios días intentando recordar más sobre aquellos primeros bocados de carne cruda, y aunque no parezca ser algo extraordinario, sin dudas marcaría una etapa, y un rotundo cambio en la forma en que me alimentaba. Puedo recordar claramente, que prefería las carnes frescas, mientras más sangre tenían, mejor sería para mí.  

Me desagradó desde el principio, cualquier tipo de carne podrida, no soportaba su olor, y créeme, a pesar de eso, hay más olores en la carne podrida de los que has podido sentir. El olor a muerte es algo que me tomaría muchos papeles poder explicarte, porque, aunque lo describo como un olor, viene acompañado también de una extraña sensación de tristeza y repulsión.

Leopardo mordiendo el cuello de su presa
Leopardo mordiendo el cuello de su presa. Alarmy

Un Depredador

El especial repudio que siento hacia la carne podrida, me indicaría mucho tiempo después, al haberme llenado de más experiencias, que en realidad soy un depredador, un cazador como lo fui desde pequeño, un cazador mucho mayor, muy por encima de la cadena alimenticia. Lamento decirlo, pero, adoro comer mis presas cuando aún están calientes, adoro sentir el calor de sus carnes y el palpitar que se despide de a poco. No esperé mucho para poder disfrutar de un corazón latiendo.

Supongo que ese instinto hacía mi estancia con mi manada, mucho más agradable, no sabría explicar el vínculo que siento con los grandes felinos,  y algunas especies de caninos, especialmente los lobos.  Puedo decir que existe un sentido de pertenencia, totalmente recíproco, mutuo entre esas especies y la mía, de la que sé hasta ahora, soy el único representante.

Soldados Invencibles

Pensé, erróneamente, que los soldados perderían el interés en algún momento, pero, eso nunca pasó.  Ellos tentaban a mis bestias, a mi manada, los hostigaban con piedras y punzones con alguna vara. Era obvio que no querían dañarlos, seguramente le pertenecían a alguna persona con la que no debían meterse. Hacerlos pasar hambre ya no era una opción, eso ya había probado ser inútil como un arma en mi contra.

Sin embargo, su actitud era diferente, no estaban realmente tratando que los leopardos me comiesen, ya estaba claro para ellos que eso no pasaría, en realidad, trataban –con esos tontos intentos- de probarle a otros, la rareza que sucedía en aquel lugar, jugando con un nuevo hallazgo, ¡un “hombre” que dominaba y se relacionaba en físico con las fieras!… ¡vean esto, decían!

Después de todo, muchos me divinizaron, en menos tiempo del que tardaron en echarme cual bocadillo a los felinos.  Los soldados pasaron de odiarme, y tratar de hacerme todo el daño posible, a tenerme miedo, y más aún, a tener miedo de las seguras consecuencias que les traería, todo el mal que habían intentado hacerme.

Supongo que pensarían mucho en el momento en que tuviesen que sacarme de ahí, a sabiendas de todas las torturas de las que fui víctima a sus manos.  A sabiendas que seguían vivos porque yo, yo había decidido dejar que me matasen e hiciesen lo que querían conmigo. Obviamente podía haberlo evitado, pude haberlos destrozado, pero, yo solamente deseaba morir en aquellos momentos en que fui torturado.

Experimentando con los sentidos

Y es que, sin dudas, yo me encontraba más confundido que ellos, tenía un torbellino de sensaciones y emociones que no podía interpretar. Es como devolverle la vista a un ciego de nacimiento, le sería muy difícil, y le tomaría mucho tiempo entender, y descifrar qué es lo que percibe con su nuevo sentido.

Pero a pesar de ello, tenía momentos de lucidez, eso lo recuerdo bien.  Tenía momentos en los que lograba interpretar  alguna de aquellas sensaciones, aunque fuese por un breve momento, por un pequeño instante. Y podía darme el lujo de ver el miedo en los ojos de aquellos perros. Estando agarrado de los maderos de la jaula, miraba de vez en cuando, directamente a los ojos de alguno de los soldados, y podía sentir todo sobre ellos, podía con mi mirada, hacerlos retroceder.

Ciertamente estaba también desarrollando una habilidad muy grande, me tomó mucho tiempo tomar completo control sobre ella. Como todas mis demás habilidades y sentidos, me tomó tiempo acostumbrarme, y aceptarlos, y explorarlos hasta poder entenderlos  y  disfrutarlos.

En aquel momento yo solo pensaba que había algo en mi mirada, cuando en realidad se trataba de cierto control mental sobre los humanos.  No puedo decir que consigo controlar por completo a un humano, bueno, no siempre. En la mayoría de casos, es solamente un alto nivel de influencia… ¡cuántas anécdotas podría contar sobre ello!, seguramente lo haré conforme mis memorias, mis crónicas vengan a mi mente, y quiera yo escribirlas.

Mi Primer Bocado Humano

Sin dudas, este escrito está lleno de “primeras veces”, y no es para menos, yo apenas estaba reconociendo cosas nuevas en mí, estoy seguro que debo describir todo lo que soy ahora, y lo haré, ya lo he prometido antes.  Comer carne cruda, marcó sin dudas algo trascendental en mí, y si debo decirlo de una manera más correcta, en realidad, comer carne cruda, me hizo descubrir algo muy nuevo en mí. La naturaleza me había convertido en un excepcional animal de caza, y los humanos estaban por iniciar a convertirme en una muy poderosa arma… pero eso, es otra historia.

No estaba especialmente hambriento ese día, había estado siendo alimentado junto con mi manada, y pues, como ya lo dije antes, también lanzaban cadáveres humanos que seguramente venían de torturas o ejecuciones, no era difícil saberlo dado el grado de laceraciones, fracturas y amputaciones.

De estos, el cadáver de un recién ahogado, su carne ya no estaba caliente, habrían pasado un par de horas desde su muerte en el estanque donde murieron ahogados mis primeros compañeros de celda. Lanzaron su cuerpo dentro de la jaula, aún tenía sus ropas, se trataba de una joven egipcia, fue violada por muchos de esos malditos, y luego ejecutada por el robo de quién sabe qué.

Como era costumbre, mi manada se alejó del cadáver, esperando que yo comiese primero, y yo sentí un aroma que es tan particular en las mujeres, y a pesar de estar muerta, el olor persistía, tal como cuando cortas una flor. Caminando en cuatro patas, me acerqué al cuerpo, no pensaba comerlo, solo estaba explorándola, intentando descifrar lo que sentía y ¡sin más, sin mediar! El instinto ganó, no tuve tiempo de reaccionar ante él, no pude evitarlo, y me abalancé sobre ella.

Mi instinto tomó completo control de la situación, fui directo a su cuello, mordí profundo ¡con gran placer, debo decirlo! Estoy seguro de haber disfrutado cada pequeño momento, recuerdo perfectamente como mis dientes penetraban esa dulce carne, hasta que mis fauces habían llegado a su límite, solo hasta entonces, con mi rostro bañado en sangre, desgarré aquel delicioso trozo de carne del cuello del cadáver de la joven.

Lo mastiqué poco y sin repudio, era simplemente delicioso, nada podía superar aquel sabor, aquella delicia acompañada de tantos sentimientos y despertares. Estoy seguro que una parte de mi alma se adhirió con ese bocado,  y algo de ella se impregnó en mí. Ni siquiera entiendo lo que sucedió.  ¿Acaso puedes explicar el significado y la trascendencia que surge de algo tan bestial?

Mi Primer Rugido

Justo mientras masticaba aquella delicia, nace de mis cuerdas vocales, mi primer rugido. ¡Que sonido tan extraño para mí! Pero, por alguna razón no me sentí sorprendido por él, solamente lo dejé salir, mi rugido fue largo, fuerte y penetrante, podía ver claramente la piel erizándose en aquellos perros, pude ver y oler el miedo de mi manada… poco a poco yo me convertía por completo en un animal.

Si, aún ahora, cuando estoy de cacería, mi rugido nace, es instintivo. No podrías decir de qué tipo de animal se trata, solamente sabrías que no es algo bueno lo que se acerca, y seguramente te echarías a correr… Sí, lo he usado para asustar a uno que otro, y ha sido divertido, hasta jocoso. Es que es un sonido que no te recuerda a nada que hayas conocido, enreda y confunde la mente.

Con aquel bocado y ese rugido, mucho del antiguo Azza moría, y muchas cosas nuevas nacían, muchas cosas que en su totalidad, me convierten en lo que soy ahora.  Lo que soy ahora tiene un sin fin de descripciones, o así es como lo percibo, posiblemente porque no existe un nombre propio para lo que soy.

¿Qué es lo que soy ahora? ¿Un maldito simplemente? Uso muchas maneras para describirlo. En la normalidad de mis escritos, soy un inmortal, en algunos otros, soy un inmortal depredador y cazador, pero, en otros, y en mi opinión más certera, soy un animal racional inmortal, ciertamente, lo que alguna vez me hizo humano, estaba muriendo con aquel bocado de carne humana.

Como podrás deducir fácilmente, estoy muy lejos de ser el hijo de un dios. La fe que ganaría tiempo después, comprobaría eso, fehacientemente.  Y digo esto, porque supongo que en esos primeros momentos, tomé como probable esa afirmación, producto de un nivel de ignorancia.

No soy un demonio, tampoco soy el diablo como lo han escrito muchos, porque sí, mi amado amigo el Administrador, me ha compartido graciosos comentarios de algunos de ustedes que leen mis memorias… ¡no soy el demonio! 

Para facilitar una imagen mental más apropiada para ustedes mis lectores, véanme como lo que soy, simplemente eso, una especie diferente, una especie de un animal que parece humano, un animal que nunca muere, un animal-bestia –humano que piensa profundísimamente y razona y avanza hacia algo que, talvez, algún día, de alguna forma, me revelará nuevas formas y caminos.

Un animal inmortal. 

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