Durante los tres días previos a la batalla pactada entre Aetos y yo, me mantuve como un especial invitado en la casa de mi entrañable amigo, lleno de comodidades, sin embargo, lejos de hacerme sentir muy cómodo, me parecían totalmente innecesarias, especialmente la cama, demasiada comodidad para mi gusto.
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Al finalizar de degustar tan suculento banquete con el que Aetos y su esposa Hannify me honraron, él me pidió que diéramos un pequeño paseo por sus jardines. Aetos seguía muy interesado en mi historia, pero más aún, por lo que sea que yo fuese.
Leave a CommentEl capitán entró a la base en su carro, tirado por dos hermosos caballos, saltaba a la vista que este hombre era de sangre noble. Escoltado por veinte soldados hábiles en batalla, con una llamativa armadura hecha de cueros gruesos y algunos refuerzos de bronce. Un poco mayor que yo, excesivamente disciplinado. Un hombre muy diplomático, algo que en su momento resulta bastante útil, especialmente, cuando estás a cargo de tantos soldados.
Leave a CommentDe inmediato fuimos sacados de la celda, con rumbo a un castigo peor de lo que yo ya había sufrido, aunque, más que un castigo, se trataba de una segura ejecución. Más que sentirme atemorizado, yo esperaba que esta vez sí pudieran matarme, pero a estas alturas estaba muy dudoso de que pudiesen encontrar una manera de hacerlo. Hasta ese momento, yo aún no me reconocía como un inmortal, solamente seguía pensando en mí como alguien muy fuerte al que le estaban pasando cosas raras, físicamente hablando.
Leave a CommentLuego de aquel trágico y doloroso suceso, en que mis nueve amadas almas trascendieron, dejando atrás sus cuerpos, fui llevado por varios soldados del ejército de Filométor, soldados enviados a investigar la desaparición del Sunnu, el cual asesiné por venganza junto con muchos otros más.
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